Este año hemos decidido aprovechar los dos primeros novilunios estivales organizando sendas astroescapadas. Os cuento cómo ha ido esta primera, que la verdad ha sido cuanto menos «peculiar».
Nuestro destino era un apartamento llamado Cal Borda (que ya tenéis incluido en Turismo Estelar) en una pequeña villa llamada Montanissell a unos 20 minutos de Organyá, en Lleida (Bortle clase 3). El viaje fue bastante bien, algo largo pero sin incidentes. Llegamos el domingo por la tarde y esa noche no monté el telescopio porque había algunas nubes y estaba bastante cansado. El segundo día tampoco monté nada porque estaba más nublado que el primero y además amenazaba tormenta. Durante el día si que aprovechamos para hacer alguna ruta turística por la zona, incluyendo un espectacular yacimiento paleontológico con icnitas y fósiles de huevos de dinosaurios.
Afortunadamente la tercera noche se presentó despejada y si que pude montar el telescopio así que elegí el parking del alojamiento (es también restaurante) para plantar el telescopio. Estábamos a las afueras del pueblo y no teníamos luces directas pero sí que se veían las farolas (bien apantalladas, por suerte). La otra alternativa era alejarnos bastante y perder la comodidad de tener la casa al lado. Para mis astrofototos las farolas del pueblo no suponían problemas así que decidimos quedarnos. Realicé la rutina de siempre, montaje, alineado a la polar, enfriado de la cámara y es unos minutos ya estaba iniciando la sesión de astrofoto cuando ni siquiera había comenzado la noche astronómica. El objetivo elegido para la foto era la Nebulosa del Tiburón (VdB 149, Vdb 150 y la nebulosa oscura LDN 1235), un objeto al que le tenía ganas desde hacía mucho tiempo.
Cenamos algo y con la Canon capturé algunos time-lapses de la enorme montaña que teníamos delante (casi ocultaba la estrella polar). La temperatura era agradable, unos 16ºC con un 54% de humedad y una temperatura IR del cielo de -19ºC. El SQM marcó entre 21.54 y 21.46 durante toda la noche, con presencia de la Vía Láctea muy brillante y un persistente airglow que además de dejarse fotografiar era en ocasiones apreciable a simple vista si dejabas tu vista adaptarse bien a la oscuridad.
El cúmulo de galaxias de Virgo-Coma Berenices era muy destacable hacia el nororeste a primeras horas de la noche. Hacia el Sur teníamos algunos árboles que nos tapaban las constelaciones de Scorpio y Sagitario pero si te movías un poco podías disfrutar entre ellas de los cúmulos de Ptolomeo y la Mariposa, o M4 junto a Antares y hacer todo el recorrido estival desde la Nebulosa de la Laguna pasando por la Omega, el Águila, e ir subiendo hasta el Cisne, todo esto con los prismáticos 10×50 aunque también hubo tiempo de disfrutar con los ojos de búho 2.1×42.
Vimos además varias estrellas fugaces, rápidas y dispersas y satélites, cientos de satélites. Eso cada vez está peor.
Diana se fue a dormir a eso de las 3 y me quedé yo solo con la idea de aguantar hasta el amanecer y fotografiar la alineación de planetas. A medida que pasaba la noche me notaba más cansado y con una sensación «rara» en el cuerpo. Empecé a sospechar que tal vez me estaba poniendo malo… y no andaba desencaminado.
Sobre las 4 de la mañana y mientras estaba abstraído observando con los prismáticos noté un resplandor y me levanté de la tumbona que me había agenciado. Alguien se acercaba con una linterna y tenía un palo largo. Encendí el frontal con la luz roja y dije: «Buenas noches», pero no obtuve respuesta. Repetí más alto «¡Buenas noches!» y la figura seguía avanzando hacia mí sin responder. Me puse un poco tenso y en alerta. Encendí el frontal blanco y ya con voz bien alta «¡He dicho buenas noches!» Iluminé la figura de un señor mayor y me fijé en que el palo largo era en realidad una muleta. Noté la desconfianza en su cara y me contestó «Buenas noches ¿Que anda haciendo?» – «Aquí, haciendo fotos con el telescopio» – «Ah, muy bien, muy bien» y siguió con lo suyo, se puso a recoger unas mangueras de agua del suelo y se marchó por donde había venido sin decir nada más. Me quedé un poco perplejo, la verdad, pero supongo que él también.
A eso de las 4:30 comenzó el amanecer astronómico y me dispuse a hacer los flats con la lámina eXcalibur Lite que recientemente he comprado a RB Focus. Los últimos quebraderos de cabeza que he sufrido procesando fotos estaban causados por unos flats defectuosos (con una duración demasiado corta) y la lámina de RB Focus ha sido un total acierto para solventar esos problemas. Tiene brillo ajustable y se comunica perfectamente con NINA.
Tras hacer los flats y apagar el telescopio me centré en fotografiar la alineación planetaria. El reto sería fotografiar Mercurio ya que Saturno, Júpiter, Marte y Venus eran bien visibles en el cielo. Tras un rato de espera y ya con las luces del alba comencé a ver Mercurio, a simple vista. Hice varias fotos con diferentes exposiciones para intentar no quemar el cielo pero Mercurio se resistía en la mayoría de ellas. Demasiado cerca del Sol, muy poco brillante, en las fotos apenas se aprecia. A simple vista en cambio el espectáculo era maravilloso. Al final recogí el equipo con satisfacción y me fui a dormir.
Al día siguiente estaba hecho polvo. Me dolía todo el cuerpo y la cabeza me iba a estallar. No era la simple resaca que te queda tras una noche entera de astronomía, había algo más. Por la tarde empezaron los escalofrios y la fiebre… definitivamente algo no iba bien. Pasé una noche bastante mala, no os voy a engañar, el test de farmacia que hice a la mañana siguiente confirmó la infección por Covid. Tras dos años y medio sorteando la enfermedad y tomando todas las precauciones parece que me había traído un acompañante indeseado a las vacaciones.
Esto trastocó todos nuestros planes de vacaciones, aunque afortunadamente las principales molestias me duraron solo 48 horas más que coincidieron con dos noches nubladas. El viernes por la noche ya me encontraba mejor y el tiempo acompañaba así que decidí montar de nuevo el telescopio y seguir con la sesión de astrofoto. Esta vez me recogí un poco antes porque el guiado empezó a fallar y di con un problema de flexiones en el tubo guía (problema que voy a intentar tener solucionado para la próxima Luna nueva). Durante esa noche también me llevé un buen susto porque estuve escuchando jabalís a pocos metros de mí. De hecho al encender el frontal de la linterna ví un montón de ojos brillantes mirándome en el campo de al lado y salieron todos corriendo cuando la perra de caza de la finca se puso a ladrar. Estaban a lo suyo comiendo pero no deja de inquietar tener estos animales salvajes tan cerca, sobre todo si van con crías, momento en que son muy territoriales.
No tengo mucho más que contar de esta astroescapada, la verdad es que han sido unas vacaciones un poco raras entre el tiempo, los incendios forestales y la infección por Covid. Esperemos que las vacaciones del próximo novilunio sean más favorables.