Ya estamos en otoño, el Triángulo de Verano es apartado poco a poco del cénit y otras constelaciones ocupan su lugar. Orión es ya visible de madrugada, precedido por las Pléyades (observar la salida de éstas por el horizonte e intuir su fantasmal luz azulada siempre es una experiencia cautivadora) y? la gigantesca «V» de Tauro. Pero hay una serie de constelaciones otoñales que siempre paso por alto, tal vez la meteorología sea culpable, y son también fascinantes.
Andrómeda y Pegaso centran la atención de los cielos otoñales. Ahora es el mejor momento para observar la Galaxia de Andrómeda (M31) en toda su majestuosidad. Perseo guarda algunas sorpresas interesantes como el Doble Cúmulo (NGC 869 y NGC 884) y Algol, una variable eclipsante que podemos ver variar de intensidad cada poco más de 3 días. Los amantes de las nebulosas también tienen en Perseo un bello objeto como es NGC1499 conocida como «Nebulosa California», eso sí necesitaremos de cielos muy oscuros, buena apertura y un filtro UHC. Entre Andrómeda y Perseo encontramos la constelación del Triángulo, de contenidas dimensiones pero que nos guiará hasta una fotogénica M33 (Galaxia del Triángulo). Se trata de una galaxia espiral no muy difícil de observar y que se encuentra en el Grupo Local junto a nuestra Vía Láctea y la Galaxia de Andrómeda.
Aries y Piscis siguen a Andrómeda y Pegaso en su paseo celeste dejando a Acuario un poquito más al sur. Es en Acuario donde nos toparemos con M2, uno de los cúmulos globulares más densos conocidos y también con la Nebulosa de la Hélice (NGC 7293) una nebulosa planetaria conocida como «El ojo de Dios» resultado de la muerte de una estrella similar a nuestro Sol.
Un poco más perezosa y cerrando el grupo encontramos la constelación de la Ballena (Cetus). Para acordarnos de su posición tendremos en cuenta que se encuentra en la región del Agua junto a constelaciones relacionadas con este medio (Piscis, Acuario y Eridano).
En próximas entradas iremos visitando una a una las constelaciones del otoño.