Séptimo día lunar. Son más de 396.000 km de distancia, pero parece que puedas tocarla. Está ahí, ingrávida, flotando en el espacio, rebosante de paz y de tranquilidad, a pesar de que su superficie aparece castigada con multitud de impactos de meteoroides. Una mirada a través del telescopio me sumerge en Mare Serenitatis. Sin duda transmite eso, paz, serenidad, un lugar alejado del ajetreo y el ruido de la ciudad.
Mi mirada se detiene en un accidente geográfico que ya conozco de memoria, Vallis Alpes, una hendidura manifiesta en las montañas. ¿Qué clase de fenómeno pudo producir tal accidente geográfico en nuestro satélite? Parece que se trata de una falla natural y no el impacto rasante de un meteorito lo que explicaría su origen.
Al sur me encuentro con los prominentes Montes Caucasus, de nada menos que 3650 metros de altitud. Se erigen dominantes frente a los rayos solares proyectando largas sombras que dan cuenta de su estatura.
Parece haber un «paso de montaña» entre Mare Serenitatis y Mare Imbrium con un desnivel que proyecta una línea de sombra. Consulto ahora que se trata de Rimae (grupo de grietas) Theaetetus.
Ya al sur de Mare Serenitatis me fijo en dos colosales rimae, se trata de Rima Ariadaeus y Rima Hyginus. Parecen enormes cicatrices que quisieran atestiguar la vejez de nuestro satélite. Me imagino allí dentro, entre esas paredes de 480 metros de alto, en un callejón de 7km de ancho. Sin duda debe ser un paisaje alucinante.
Para mantener el recuerdo del viaje pongo la DMK21 en mi Newton 150/750 que tan buenos momentos me ha ofrecido. Voy capturando vídeos y desplazando ligeramente el telescopio entre cada uno de ellos. El seeing se mantiene bastante estable (sería por poco tiempo, media hora más tarde empeoraría considerablemente, así que me siento afortunado de haber podido captar el momento). Que cerca que tenemos la Luna y nunca deja de sorprendernos.