Los que visitáis mi blog habitualmente os habréis dado cuenta de que últimamente escribo muy poco. Os pido disculpas pero he estado muy liado y apenas he tenido tiempo de nada. Ahora bien, no todo ha sido trabajo. También he tenido tiempo para disfrutar de un espectáculo único, el último tránsito de Venus de este siglo y el primero de mi vida ( allá por 2004 cuando se produjo el último estaba en pleno paréntesis astronómico ). Menos mal que llevo unos cuantos años re-enganchado en esto de la astronomía porque la verdad es que ha sido algo muy especial y que recordaré toda mi vida. Os cuento a continuación cómo lo viví.
Llegamos a Barcelona el lunes por la tarde, un par de días antes del evento para aprovechar y visitar a la familia que tenemos por allí. Ya el martes madrugamos para buscar un buen sitio de observación desde el que observar la salida del Sol y para ello nos fuimos a Montjuic, uno de los lugares más altos de la ciudad y concretamente al Mirador del Alcalde que nos habían recomendado con anterioridad. Había algunas nubes solitarias pero puntual a su cita apareció el Sol por el mar en el que creo que es el primer amanecer costero que recuerdo en mi vida. ¡Sin lugar a dudas el sitio era óptimo para la observación del evento!
Al día siguiente madrugamos un poco más ya que había que preparar el material para fotografiar y observar el tránsito.
El sueño y el cansancio hacían mella. Con los nervios provocados por el tránsito y el parte meteo apenas pude dormir en toda la noche. Nada más levantarme observé por la ventana que había muchas nubes. No podía creer mi mala suerte… hace menos de dos años me perdí el eclipse solar por culpa de las nubes y ahora peligraba el tránsito de Venus.
Llegamos al lugar de observación los primeros. Pero no tardaron en llegar varios coches con aficionados a la astronomía que también habían elegido el mismo lugar para observar el fenómeno. Buena señal y buen ambiente pero ¡Las nubes seguían ahí! Montamos los telescopios y las dos cámaras y esperamos pacientemente un milagro. Tic-tac, tic-tac, los segundos pasaban y las nubes no se marchaban, al contrario, cada vez parecía haber más.
Llegó la hora del amanecer y el Sol no daba señales… la claridad anunciaba que el Astro Rey estaba ahí pero las nubes nos impedían verlo. Que rabia. Esperamos unos minutos más y ya mitad fruto de la desesperación mitad asumiendo la derrota me puse a dar palmas y a gritar a las nubes ¡Venga, venga! ¡Que es para hoy! Tal peculiar danza pareció agradar al Sol que a los pocos minutos comenzó a asomarse tímidamente entre las nubes.
¡Contacto, contacto! ¡Cuidado y comprobar los filtros!
¡Ya se ve, ya se ve! ¡No miréis sin filtros, es peligroso! – Comenté a unos turistas mexicanos que habían ido también a ver el fenómeno. Como teníamos telescopios de sobra les dejé mirar por el mío. – ¡Mira, ahí se vió! – ¡Si, si! ¡Se vió, se vió! – todos pasaban por el telescopio y las exclamaciones de asombro se entremezclaban. A lo lejos se escuchaban murmullos, gritos y los disparos de las cámaras de fotos que trabajaban como posesas.
Poco a poco el Sol emergía sobre las nubes, ganando la batalla y permitiéndonos observar el tránsito, mágico, electrizante, no se definir con palabras la sensación de nerviosismo, alegría, expectación, asombro, la sensación de estar viviendo un momento único. Al poco tiempo empezaron a observarse también las manchas solares y a través del telescopio de H-alfa incluso la zona de gran inestabilidad creada por un agujero coronal unos días atrás.
Pudimos observar el tercer y cuarto contacto cuando el disco del planeta toca el limbo solar y se produce el efecto de «gota negra» tan famoso y a la vez difícil de observar. Y en unos pocos minutos todo acabó y nos abrazamos y felicitamos por haber vivido juntos un magnífico espectáculo celeste, algo que podremos contar a nuestros nietos y que ellos a su vez podrán observar algún día y recordar a aquellos chiflados que cogían sus locos cacharros y se daban una panzada tremenda de kilómetros para ver «un puntito que pasa por delante del Sol». Benditos chiflados.
Fotografías del tránsito: Roberto Bravo